viernes, 19 de febrero de 2010

NOS DEJO OTRO GRANDE ... ARIEL RAMIREZ







A los 88 años, murió Ariel Ramírez
El músico Ariel Ramírez falleció hoy a los 88 años, informaron allegados a la familia a la agencia DyN. Ramírez había sido internado hace una semana en una clínica privada de la localidad bonaerense de Montegrande, tras padecer una neumonía que se agravó con una descompensación general de su estado de salud.
Sus restos serán velados hoy en el Congreso de la Nación, a partir de las 11, según informó a la agencia Télam una fuente de la Sociedad Argentina De Autores y Compositores (Sadaic) que Ramírez presidió muchos años

Se fue un gran melodista del foklore.



Se fue, tras una larga enfermedad degenerativa, Ariel Ramírez, el pianista y compositor que dejó importantes piezas para el repertorio de la música nativa.
Porque no se trata de determinar mejores o peores -Cuchi Leguizamón, Adolfo Abalos y Eduardo Falú, entre otros, han escrito obras muy bellas- sino de reconocer en este caso a un gran creador, a partir de su obra. Y su obra es "Alfonsina y el mar", "Zamba de usted" o las canciones de esas dos magnificas obras conceptuales, Cantata sudamericana y Mujeres argentinas, que Ramírez compuso sobre las letras de Félix Luna, y que el público escuchó en la magnífica voz de Mercedes Sosa.


Quizás por haber nacido en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921-y no en alguna provincia del Noroeste o del Este chamamecero del Litoral (más predestinadas a cierto contexto musical) Ramírez supo ser un músico que recorrió el país en todas las direcciones.
Esta son las dos características centrales de su obra y de su legado: la musicalidad expresada en el melodismo y la concepción abierta del folklore argentino que le permitió abordar generos variados y crear obras que terminaron destacándose en cada uno de estos paisajes sonoros. La Misa Criolla es uno de los más claros ejemplos de esa diversidad que se fue dando casi desde el comienzo de su carrera.
Cuando era joven se trasladó de Santa Fe a Córdoba. Una vez allí, a instancias de Atahualpa Yupanqui, comenzó a recorrer el Norte argentino. Luego pasó un tiempo en Mendoza y después se instaló en Buenos Aires, donde su actividad como pianista fue mayor. Entre 1946 y 1956 grabó una veintena de discos para el sello RCA que incluyeron obras propias, como "La tristecita". Al mismo tiempo, estudió en el Conservatorio Nacional de Música.
Durante el primer lustro de la década del 50 viajó por Europa dando conciertos, especialmente en universidades, y luego vivió un tiempo en Perú. En la segunda mitad de esa década desarrolló, en Argentina y el exterior, el trabajo de su propia compañía de música y danza.
En su carrera, la década del sesenta estuvo caracterizada por la composición de grandes obras. La Misa criolla, con un gran elenco, se conoció en 1964. Desde entonces fueron aparecieron el resto de esos trabajos que hoy representan hitos dentro del cancionero de la música nativa: Navidad nuestra, Mujeres argentinas y Cantata sudamericana, y otras menos conocidas, como Los caudillos.
La Misa criolla es la obra de raíz folklórica argentina que más se ha interpretado en el exterior y más versiones tuvo, incluso la de tenores de la música clásica.
Además de su tarea como pianista y compositor, Ariel Ramírez fue, durante cinco períodos, hasta 2004, presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic).



ARIEL RAMIREZ Y SIMOCA
En el decenio de los cuarenta, a instancias de sus amigos universitarios Chonchon y Arturo Mothe, el maestro Ramirez conoce y comienza a frecuentar a Don Atahualpa Yupanqui, hecho que esta documentado en la pagina oficial de Ariel Ramirez. Asimismo es conocido que la zamba La tristecita, de cuya musica es autor fue compuesta en Simoca, en la Casa de Los Mothe (que todavia existe), y esta dedicada a una de las damas de la referida familia.


LA TRISTECITA
Zamba

(María Elena Espiro)


Sangre del ceibal
que se vuelve flor:
yo no sé por qué
hoy me hiere más
tu señal de amor.

Zamba quiero oir
al atardecer:
capullo de luz,
que quiere ser sol
y no puede ser.

¡Ay, tristecita,
tristecita igual,
que es llovizna azul
murmurándole
al cañaveral!

El viento la trae,
se la lleva el sol:
sueño en el trigal
y sobre el sauzal,
lamento de amor.

Ya siento llegar
del cerro su voz:
pañuelo ha de ser
y lo he de prender
sobre el corazón.

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